Aunque se asocia a deportes de raqueta, por el movimiento que estos requieren (de ahí que también se la denomine “codo de tenista”), la epicondilitis es una lesión que también puede afectar a profesionales de otros sectores. Carpinteros, pintores o carniceros pueden sufrirla debido al uso de esta articulación para el desempeño de sus trabajos.
El codo es una articulación en la que están implicados los huesos de brazo y antebrazo, así como músculos, tendones y ligamentos. Tanto el componente esquelético, húmero, radio y cúbito como el tejido blando se encargan de proporcionar movilidad y sujeción a esta articulación, que interviene en muchos movimientos, no sólo deportivos, sino también del día a día. Cuando estos movimientos son repetitivos pueden ocasionar una lesión que, según dónde se localice, tendrá una u otra denominación.
Si se localiza en la parte exterior del codo estaremos hablando de una epicondilitis lateral, mientras que si el dolor es en la zona interior, se denominará epitrocleitis o epicondilitis medial.
La afectación se circunscribe a la zona del epicondilo lateral, es decir, a la protuberancia que existe en la parte distal del húmero. Es ahí donde se insertan, a través de los tendones, los músculos extensores del antebrazo, y son estos músculos los afectados, sobre todo el extensor radial corto del carpo. Este interviene en movimientos de extensión de la muñeca, así como de supinación del antebrazo, es decir, un movimiento que el tenista realiza constantemente en la pista y en especial con el golpe de revés. Esta repetición es la que causa microroturas del tendón de este músculo, que provoca dolor y que puede llegar a imposibilitar la realización adecuada del movimiento.
Su inicio puede ser de carácter leve, con pequeñas molestias que no limitan el movimiento, pero sí que resulta hasta cierto punto incómodo. Además de estos síntomas se puede percibir una disminución en la capacidad de sujeción del grip o empuñadura de la raqueta con pérdida de fuerza lo que da cierta inseguridad en el momento del golpear la bola o en actividades cotidianas como dificultad para sujetar una jarra por el asa.
El tratamiento se realiza a diferentes niveles, por un lado minimizar los síntomas y recuperar el tendón, y por otro lado hay que corregir aquellas causas que han podido ser el origen de la lesión.
De inicio pautaremos antiinflamatorios, para reducir la inflamación asociada a las microrupturas del tendón junto con descanso. Es evidente que para según a quien afecte esta patología el tener que detener su actividad puede suponer un problema y por ello en ocasiones se pueden valorar opciones un poco más “invasivas” como puede ser la infiltración de corticosteroides en la zona afectada.
El fisioterapeuta será un aliado importante para una correcta evolución de este cuadro clínico, ultrasonidos, trabajo manual con la aplicación de diferentes técnicas de masaje entre otras, ayudarán a mejorar la sintomatología.
Como se ha comentado, es indispensable realizar un abordaje terapéutico, pero es necesario conocer las causas que han podido ocasionar la lesión.
En deportistas es esencial valorar tanto la técnica como el material que se usa. Una buena técnica es básica en la práctica de cualquier deporte y los deportes de raqueta no pueden ser menos. Una mala volea de revés sería una maniobra deportiva que aumentaría el riesgo de sufrir una epicondilitis, de ahí la importancia de conocer la técnica y aplicarla correctamente. Cuando se vuelve a jugar tras una epicondilitis, es importante valorar este gesto deportivo y si es necesario que sea un profesional el que lo supervise, ya que de ese modo va a disminuir el riesgo de recidiva.
Como prevención, es necesario trabajar la musculatura extensora también para reducir el riesgo de lesión. Una rutina que incluya ejercicios específicos para los músculos del antebrazo que suele ser una musculatura que no se trabaja de manera concreta, sino que suele formar parte de un programa de trabajo muscular general. Algunos de los ejercicios podrían ser:
Además de un trabajo especifico y el conocimiento y adaptación de la técnica si fuera necesario, valorar si el material con el que se juega es el adecuado es esencial. Cada persona tiene características físicas concretas y, por tanto, la raqueta deberá adaptarse a ello. El tamaño del grip o el peso de la raqueta, son características a tener en cuenta, además del cordaje.