En la sociedad occidental actual, en la que los estilos de vida (alimentación, nivel de estrés, sedentarismo…) han cambiado notablemente, el ictus es una de las patologías que más problemas de salud y mortalidad causa. De hecho, es la primera causa de muerte en las mujeres y la primera causa de discapacidad en nuestro país. Pero… ¡no todo son malas noticias! Se puede actuar eficazmente a muchos niveles para disminuir su impacto. Si no, atento a estos datos:
El “ictus”, “ataque cerebral” o “accidente vascular cerebral (AVC)” es una enfermedad cerebrovascular que se produce por la disminución u obstrucción del flujo sanguíneo que llega al cerebro y, por tanto, éste no recibe la cantidad necesaria de oxígeno, lo que provoca que las células nerviosas dejen de funcionar o, incluso, mueran.
Hasta 1 de cada 6 personas en el mundo padecerá un ictus en algún momento de su vida. Aunque los accidentes cerebrovasculares suelen afectar en mayor medida a los mayores de 65 años, en los últimos años la incidencia en menores de 64 años creció de forma significativa.
Existen dos grandes categorías de ataque cerebral: aquellos llamados “isquémicos” y causados por un bloqueo del flujo sanguíneo (por la generación de una trombosis, una embolia vascular o por una estenosis) y aquellos llamados “hemorrágicos”, causados por una hemorragia, coloquialmente denominada derrame cerebral.
Los trastornos cardíacos comunes como la enfermedad coronaria, las valvulopatías, el latido cardíaco irregular (fibrilación auricular) o el aumento de tamaño de una de las 4 cámaras cardiacas, pueden dar lugar, como resultado, a la formación de coágulos que pueden bloquear vasos sanguíneos dentro del cerebro o que van hacia él y también que éstos se desprendan y viajen a otros puntos del organismo. Su médico tratará su enfermedad cardíaca y también podría recetar medicamentos, como la aspirina, para ayudar a prevenir la formación de coágulos. Incluso podría recomendarle la cirugía para limpiar una arteria del cuello tapada si usted presenta un perfil de riesgo particular.
Algunas de las señales de alarma son las siguientes:
Cuando se presenten estos síntomas no debemos caer en los errores siguientes:
Ante la más mínima sospecha de estar padeciendo un ictus, lo más seguro y acertado siempre será avisar a los servicios médicos de emergencia y simplemente decir “¡creo que me está dando un ictus!”.
A veces los signos de advertencia pueden durar solamente unos pocos segundos o minutos y luego desaparecen. Estos episodios conocidos como “ataques isquémicos transitorios (AIT)”, aunque son breves, identifican una afección seria subyacente que no desaparece sin atención médica. Desgraciadamente, cuando se disipan, muchas personas los ignoran. ¡No lo hagas y préstales atención: pueden salvarte la vida!
Cabe destacar que tener un factor de riesgo no implica que forzosamente se vaya a padecer un ictus, sólo indica un aumento de probabilidad de padecerlo.
Algunos de los factores de riesgo asociados al ictus no pueden controlarse, como es el caso de la edad, o la herencia genética, pero otros muchos sí pueden ser controlados (como p.ej. el tratamiento de la enfermedad cardiaca) y algunos de ellos incluso con gran éxito.
El ACV es una emergencia neurológica que requiere un tratamiento inmediato. Los estudios científicos han situado el denominado “tratamiento trombolítico” como la primera elección terapéutica durante las primeras tres horas de iniciado el evento isquémico, cuando los cambios cerebrales todavía no se han evidenciado en las imágenes del TC (o TAC) cerebral.