Un 80% de las meningitis ocurren en la infancia, especialmente en niños menores de 10 años. Se trata de un proceso inflamatorio de las capas de meninges que rodean al cerebro y la médula espinal (aracnoides, piamadre) y del líquido que los baña, el líquido céfalo-raquídeo (LCR) debido, entre otras causas, a la invasión de virus, bacterias, hongos o parásitos.
Las meningitis bacterianas serán de comienzo agudo y las propias de los virus-hongos- parásitos tendrán un curso clínico más subagudo-crónico.
La meningitis bacteriana va precedida de la colonización del área de la nasofaringe del afectado por las bacterias en cuestión, desde donde pasan a la sangre y de ahí al Sistema Nervioso Central.
El microorganismo causal de la meningitis bacteriana aguda puede ser relativamente predecible si tenemos en cuenta la edad del paciente, los factores de riesgo predisponentes, las enfermedades de base y el estado inmunológico previo del paciente.
Así, el Streptococcus Pneumoniae y la Neisseria Meningitidis son los gérmenes más frecuentes en los casos de niños mayores de cuatro semanas de edad y en el adulto, inmunocompetentes.
El Haemophilus Influenzae tipo B será propio de pacientes con antecedentes de trauma craneal o fístula de LCR, p.ej.
Otras bacterias involucradas serían: Listeria monocytogenes y Streptococcus Agalactiae (ambos típicos del periodo neonatal), Staphylococcus Aureus, Pseudomonas Aeruginosa o Mycobacterium Tuberculosis, entre otros numerosos ejemplos.
En la meningitis viral, los enterovirus y los herpesvirus son los agentes causales más frecuentes. Cursa en forma de brotes epidémicos, sobre todo en meses de verano y otoño.
Las bacterias que colonizan la nasofaringe y los virus se transmiten típicamente por contacto directo con las secreciones respiratorias (flemas, secreciones de nariz, boca o gotitas que se lanzan al toser). También es posible la transmisión vía fecal-oral.
Las manifestaciones clínicas son diferentes según la edad del niño (cuanto menor es, más sutil e inespecífica es la sintomatología).
Ante la sospecha clínica se deben realizar pruebas diagnósticas complementarias tales como analítica sanguínea general, toma de hemocultivos (cultivos de la sangre) y ejecución de punción lumbar (para poder extraer una pequeña cantidad de líquido cefaloraquídeo, para proceder al análisis bioquímico y cultivo del mismo).
La introducción de vacunas frente a los gérmenes causales más frecuentes (Haemophilus Influenzae b, Neisseria Meningitidis -meningococo- y Streptococcus Pneumoniae -neumococo-) y el desarrollo de antibióticos cada vez más potentes ha disminuido la incidencia y ha mejorado el pronóstico de la infección, pero las complicaciones-secuelas y los niveles de mortalidad todavía son importantes: puede haber secuelas hasta en una cuarta parte de los niños afectados, tan graves como la epilepsia, el retraso psicomotor o la sordera neurosensorial (la más frecuente) y el nivel de mortalidad que tiene la meningitis bacteriana alcanza el 4’5% en los países desarrollados (más frecuente por neumococo y meningococo).
Algunas de estas vacunas han disminuido drásticamente la incidencia de algunas infecciones convirtiéndolas en excepcionales, por ejemplo, Haemophilus Influenzae tipo B.
Está indicada la realización de quimioprofilaxis (administración de medicamentos preventivos de la infección) sólo a los contactos cercanos de los casos de meningitis meningocócica y meningitis por Haemophilus.