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Ansiedad: Síntomas y Tratamiento

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“Tengo ansiedad” es una frase que hemos escuchado y que seguramente hemos pronunciado alguna vez. De un tiempo a esta parte se utiliza bastante pero no siempre quienes lo hacen presentan los mismos síntomas. ¿Hablamos en todos los casos de ansiedad? ¿Hay una ansiedad normal y otra que no lo es? Tras la lectura de este artículo seguro que el concepto de ansiedad y su contexto nos quedará mucho más claro.

La ansiedad puede presentarse también como una reacción normal a una situación estresante.

Y es que cuando hablamos de ansiedad, hemos de saber en primer lugar que es un término utilizado ampliamente tanto en psicología como en psiquiatría sin que por ello tenga siempre implicaciones patológicas.  A veces, la ansiedad es parte de un síndrome o trastorno, ya sea ocupando un lugar primario, como en las neurosis de ansiedad o trastornos de la ansiedad, o bien ocupando un lugar secundario como sería el caso de una reacción ansiosa a una enfermedad somática.

¿Ansiedad normal o ansiedad patológica?

La ansiedad puede presentarse también como una reacción normal a una situación estresante. Aquí es cuando la gente de a pie solemos usar más la frase mencionada al iniciar el artículo. A lo largo de la vida todos pasamos por etapas que puedan ser generadoras de ansiedad, ya sea debido a los momentos vitales de cambio y adaptación propios de toda historia de vida (primera infancia, adolescencia, entrada en la adultez, etc.) o bien debido a las vicisitudes del propio vivir (una ruptura, un cambio de trabajo, una pérdida, etc.)

Según Walter Cannon, eminente fisiólogo de Harvard de gran relevancia en la primera mitad del siglo XX, la ansiedad normal representa una preparación para la acción en respuesta a una situación de emergencia o bien para la anticipación a dicha situación.  Hoy en día, se considera que una cantidad optima de ansiedad es aquella que nos permite responder adecuadamente a situaciones que requieren de una respuesta activa como las derivadas de la vida profesional o social, sin embargo, si esa cantidad se excede, la ansiedad deviene una emoción que dificulta y limita la vida.

Otro signo de que vivimos una ansiedad patológica es cuando ésta surge sin causa adecuada y persiste sin una razón consciente que la justifique. En este caso, es importante acudir a un profesional, ya que es posible que las causas que la producen, de ser psicológicas, respondan a conflictos inconscientes sin resolver que merecen ser tratados con psicoterapia.

Ansiedad vs miedo

Los síntomas de la ansiedad son parecidos a los del miedo y pueden ser muy variados: respiración agitada, palpitaciones, sensación de desvanecimiento, de pérdida de apetito, nauseas, temblores, sudoración, etc. Sin embargo, la diferencia principal entre miedo y ansiedad es que en el primero las causas que lo producen son reconocibles mientras que en la ansiedad del tipo patológico no hay causa aparente.

La ansiedad es un mecanismo arcaico, y el ser humano primitivo precisaba de él para enfrentarse al peligro o huir de él y aunque en la actualidad los miedos del hombre y la mujer modernos se han vuelto mucho más complejos, la respuesta fisiológica básica sigue siendo la misma, ya que las sociedades humanas han evolucionado mucho más rápido que nuestro cerebro.  

A pesar de que antes hemos descrito la ansiedad como una especie de miedo sin causa, hemos de matizar que sería más preciso decir que la causa original es desconocida, aunque a veces se focalice la atención sobre posibles causas concretas que hacen la ansiedad más manejable, como podrían ser la locura, la muerte o una enfermedad.

Ansiedad necesaria

Si hablamos de ansiedad no patológica rápidamente todos tenemos en mente alguna situación en la que hemos experimentado su presencia debido a la vivencia de alguna situación que conllevaba un cierto grado de estrés emocional y/o físico. Como hemos dicho antes, cierto grado de ansiedad es necesario, entendido como un empuje para la acción adaptada necesaria para el crecimiento y la evolución de todo individuo.

Sin embargo, cierto es que, atendiendo a las necesidades actuales y a las presiones a las que nos somete la sociedad moderna, es difícil mantenernos en este umbral de la ansiedad óptima y no caer en situaciones de ansiedad sostenida que puedan convertirse en estrés y llevarnos a enfermar.

Poniendo remedio al exceso de ansiedad

Para mantener a raya la ansiedad es importante:

  • Hacer revisión de vida. Hemos de ser capaces de evaluar con precisión cuales son nuestros límites y capacidades, qué tipo de vida queremos vivir y si realmente estos dos puntos pueden combinarse en una ecuación que dé como resultado una experiencia de crecimiento y plenitud.
  • Cuidar las relaciones: añadir a la ecuación el factor relacional, ya que está sobradamente demostrado que aquellas personas que son capaces de establecer relaciones satisfactorias y que gozan, por lo tanto, de una estima social genuina fruto de su propia capacidad para entender y amar al prójimo mantienen unos niveles de bienestar y equilibrio psicofisiológico mayores que aquellos con una vida relacional deficiente. Es importante matizar que no estamos hablando de convertirnos en Vicente Ferrer, sino de ser capaces de mantener y cuidar de las relaciones en los círculos cercanos (familia, amistades, pareja, trabajo, etc.). Sin olvidar, por supuesto, la relación consigo mismo.
  • Incluir otros ansiolíticos naturales: estos son el deporte, la alimentación equilibrada y el buen descanso, así como el cuidado de nuestro entorno. La vida en las ciudades está llena de elementos supra-estimulantes que colapsan nuestros sentidos y llenan nuestra mente de estímulos de forma indiscriminada. Por ello es importante tomar conciencia y dedicar tiempo al cultivo de la relajación, a pasar tiempo en entornos naturales, a la meditación, a la lectura, etc.

Estos consejos han de ser conjugados de manera personal dando lugar a una estrategia que sea fruto de la propia reflexión y de la propia experimentación para poder obtener un resultado a medida.